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Karl Löwith

Paul Valéry

Rasgos centrales de su pensamiento filosófico


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Prólogo e Introducción

Prólogo

Le debo a un amigo de la juventud, a quien están dedicados estos estudios, el haber reparado en Valéry. Mi amigo había traducido el poema Narciso II al alemán para la Neuen Schweizer Rundschau en 1929. En aquel momento esa primera señal no tuvo consecuencias para mí. En un coloquio sobre Nietzsche que tuvo lugar en Royaumont en 1964, E. Gaède me dio su libro Nietzsche et Valéry. Ese libro hizo que consiguiera los dos tomos de la edición francesa de las obras de Valéry. Su lectura me llevó, unos años más tarde, a adquirir también los Cahiers. Fue principalmente por los Cahiers que me quedó claro que el poeta y escritor Valéry es un pensador, y que es un pensador absolutamente libre, absolutamente independiente de todas las tradiciones arraigadas y convertidas en convenciones. Valéry se dio cuenta de que esas tradiciones ya no resisten el análisis crítico y la indagación o el escepticismo infatigable. La ambición apasionada de su espíritu imaginativo y radical era alcanzar el máximo de conciencia posible de "lo que es". Esto lo llevó a experimentar y conocer el poder impenetrable e infranqueable del ser no consciente y en sí insignificante, y a hacer una distinción de principio entre lo que somos y lo que sabemos de nosotros y de las cosas. Por la vía de una reflexión extrema sobre lo que precede y subyace a todo pensamiento reflexivo, llegó al límite de lo humano y a una especie de autodestrucción intelectual. Habiéndose entrenado una vida entera para renunciar a cualquier ligereza de un pensamiento ligado al lenguaje, alcanzó el punto cero positivo de una "pureza" de todo lo vago y lo mezclado, de lo meramente supuesto y creído. No pretendía ni más ni menos que cumplir la tarea sobrehumana de "ser el que uno es". "Le plus grand effort qui se puisse demander à un homme est d’être ce qu’il est. S’il le fait, c’est un être inhumain" (5, p. 139). El camino que el pensamiento de Valéry recorrió desde Monsieur Teste hasta Mi Fausto y que le hizo poner todo en duda, empezando por sí mismo, hace de él un pensador tan moderno como anacrónico.

Le monde ne vaut que par les extrèmes
et ne dure que par les moyens.


Introducción

Si je n’arrive pas à autre
chose, je saurai du moins de
quoi il ne faut pas s’occuper.
Cahiers, vol.1, 1894

Valéry nació en 1871 en Sète, una localidad portuaria cercana a Montpellier. Una vez concluidos los estudios de derecho, se postuló a un empleo como redactor de una revista del Ministerio de Guerra. La autoridad que tenía que examinar su solicitud lo caracteriza del siguiente modo: "esprit absolument nuageux, vulgaire décadent, un Paul Varlaine (sic) dont l’administration n’a que faire...". En efecto, el joven Valéry era un decadente cuya biblia era la novela de Huysmans A contrapelo, pero un decadente que quería tomar conciencia y estar seguro de su yo, concentrándose al máximo, para tomar posesión de sí mismo. En 1892, en una noche tormentosa en Génova, vivió una crisis que sacudió su existencia entera e hizo que se despidiera de toda forma de literatura y que en su lugar analizara el instrumento esencial de la literatura, el lenguaje, y el funcionamiento del espíritu, que es "casi" idéntico a él (23, p. 121; 9, p. 61). En 1894/1895 publicó Monsieur Teste y la Introducción al método de Leonardo da Vinci. Se ganaba la vida como secretario privado del director de la agencia Havas, una actividad que le dejaba tiempo para estudiar ciencias exactas y le permitía formarse una idea de lo que pasaba en la vida financiera y política. Reapareció en la literatura sólo veinte años después, durante la Primera Guerra Mundial, con el poema tan extenso como comprimido La joven Parca, con el que se impuso condiciones estrictamente formales para liberarse de la sensación de lo inútil de toda consideración sobre los acontecimientos histórico-políticos. Se lo dedicó a André Gide, su amigo de la juventud. El motivo filosófico del poema es la constitución de una conciencia de sí, de la "conciencia consciente" que tiene como condición el despertar y recobrarse del sueño, esa muerte viva (I, p. 163; Cartas, pp. 107, 127 y s.). En 1925 lo nombraron miembro de la Académie Française y desde entonces fue el poeta, escritor y disertante más respetado y admirado, cortejado, comentado, y también criticado. En 1941, durante la ocupación alemana, tuvo el valor de pronunciar el discurso en memoria de Bergson y en agosto de 1944 presenció la entrada de De Gaulle en París. Murió al año siguiente, y De Gaulle ordenó un solemne funeral nacional para este europeo tan reflexivo de una Europa pasada. En su lápida del Cementerio Marino de Sète figuran los versos del poema homónimo: "O récompense après une pensée/ Qu’un long regard sur le calme des dieux" ["Pago de un pensamiento, la mirada/ Demora en ti, divinidad serena"]. La siguiente observación nos dice lo que pensaba el propio Valéry, un Solitaire fundamental ("fait pour la solitude fondamentale, avec admission des autrui à volonté"), sobre su celebridad pública: "Dos clases de cosas hay en un autor: lo que se puede imitar de ellos, y esto constituye su influencia; y lo que no se puede imitar de ellos, y esto constituye su valor. Lo que es imitable en ellos los difunde y amenaza su existencia. La otra parte los preserva. Por lo primero son importantes, y son únicos por lo segundo" (7, p. 649).

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