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John Gray

Tecnología, progreso y el impacto humano sobre la Tierra

+ "Cualquier proyecto basado en la expectativa de alcanzar la armonía o el consenso es utópico"


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Tecnología, progreso y el impacto humano sobre la Tierra

Quisiera, sencillamente, presentar algunas ideas -algunas reflexiones- acerca del progreso, la tecnología y el impacto humano sobre la Tierra. Creo que estas nociones diferirán en varios aspectos de las tradiciones de pensamiento más actuales: se apartarán del marxismo, del liberalismo e, incluso, de las ideas de los llamados "verdes". Con esto no pretendo decir que todas estas tradiciones carezcan de valor; de hecho, creo que he tomado elementos importantes de todas ellas. Pero estoy igualmente convencido en varios sentidos de que cada una de estas tradiciones de pensamiento aporta un análisis engañoso de las actuales dificultades de los hombres sobre la Tierra -un diagnóstico falaz de la crisis medioambiental a la que se enfrenta la humanidad- y las soluciones que ofrecen son, en verdad, utópicas y "no soluciones": en lo más hondo del pensamiento político actual anida y opera un marcado utopismo.
Como en la introducción ya se ha mencionado que la evolución y el desarrollo de mi pensamiento han ido apartándome desde la "nueva derecha" hacia mi posición actual, más crítica, sólo añadiré una observación adicional a este respecto. En los siglos XIX y XX, el utopismo (y, en especial, el utopismo revolucionario radical) fue, más o menos, privativo de la izquierda: estuvo más o menos confinado en los círculos de los anarquistas, los comunistas y los sindicalistas de diverso signo, que querían superar y trascender las instituciones existentes, superar y trascender el capitalismo de mercado, e incluso crear una sociedad sin gobierno ni estructuras de poder. El rasgo curioso y característico del tramo final del siglo XX es que el impulso utópico emigró de la izquierda a la derecha. Los neoconservadores de los Estados Unidos y del resto del mundo son casi los únicos utópicos políticamente influyentes que aún sobreviven hoy en día. He conocido a muchos de ellos y he hablado con ellos a lo largo de las décadas de 1980 y 1990, y también en años más recientes. Creo que su modelo de pensamiento tiene mucho en común con el tipo de ideas que animaron los movimientos utópicos radicales de la izquierda durante el siglo XX. No hace falta decir que algunas personas consideran que el utopismo es una tradición muy valiosa porque se trata de una tradición crítica y de un modo de pensar que nos emancipa de la tiranía del statu quo tanto en el ámbito del pensamiento como en el de la sociedad. De ahí que insistan continuamente en que, sin la imaginación utópica, nuestra visión del mundo se empobrece. Mi opinión es distinta. En política, los proyectos utópicos (sobre todo cuando son asumidos por un poder estatal) han tenido un efecto normalmente desastroso que se ha traducido en pérdidas enormes en lo que respecta a vidas humanas y con frecuencia, también, al medio ambiente, y culminaron en la nada más absoluta en términos de resultados. Pero si en el siglo XX ese proceso, ese tipo de trayectoria utópica, tuvo lugar en la Unión Soviética y en la China de Mao, ahora se desarrolla en Irak. Irak es un proyecto utópico consistente en la demolición del régimen anterior, del Estado y casi, incluso, de la sociedad para reemplazarla por algo diferente. Obviamente, se trata también de un proyecto geopolítico centrado en torno al petróleo y a los recursos naturales, pero es igualmente, en parte, un proyecto utópico. Uno de los motivos por los que me he opuesto firmemente a la guerra en Irak -desde un año antes de que ésta se iniciase en la primavera de 2003, cuando me convencí de que la contienda era inevitable- es que siempre he creído que sería una catástrofe histórica mundial. En efecto, la guerra sería una catástrofe para el pueblo de Irak, para la región y, posiblemente, en última instancia, para el mundo entero, y nada bueno podía salir de ella, salvo una violencia y un derramamiento de sangre interminables. En este sentido, considero importante que entendamos que, en realidad, el impulso utópico (por así decirlo) y todos los peligros que conlleva están hoy principalmente encarnados en la política de la derecha.

 

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