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François Jullien

Conferencia sobre la eficacia


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Abrir otros posibles al pensamiento

Mi trabajo se inscribe, en efecto, en esa línea: vengo de Grecia, en tanto filósofo, y al pasar por China encuentro un punto que me permite tomar distancia y poner en perspectiva nuestro pensamiento, el europeo. Porque, como saben, una de las cosas más difíciles de hacer en la vida es tomar distancia respecto del propio pensamiento. Ahora bien, China nos permite tomar distancia del pensamiento del que venimos, romper con sus filiaciones e interrogarlo desde afuera. Dicho de otro modo, interrogarlo en sus evidencias, en lo que tiene de impensado. Desde mi punto de vista, este paso por China tiene dos funciones, o se desarrolla en dos direcciones: de desvío y de retorno. Primer momento: experimentar lo que tal vez sea un desarraigo del pensamiento. ¿Qué le sucede al pensamiento cuando se abandona la historia de la filosofía y, en especial, cuando se abandonan los grandes filosofemas de Occidente, el Ser, Dios, la Libertad, etc.? ¿Y, más aun, cuando salimos de la gran lengua indoeuropea que los ha articulado? ¿Cómo es esta conmoción que de repente, de golpe, los desestabiliza? Pero este desvío reclama un retorno -incluso si el desvío nunca termina, puesto que yo no dejo de leer chino-, que consiste en volver a la filosofía para interrogarla acerca de lo que ella no interroga, sondear sus posiciones cristalizadas. Es decir, iluminar sesgadamente, a partir de la exterioridad china, las elecciones implícitas, establecidas, que han guiado a la razón europea y que ella, por eso mismo, no está en condiciones de interrogar, puesto que existe lo que pienso, pero también eso a partir de lo cual pienso y que, por ese motivo, no pienso. China nos permite así una especie de visión exterior, que opera de manera oblicua, para tratar de explorar lo impensado de nuestro pensamiento: para volver sobre aquello que nuestro pensamiento considera como algo evidente y que, redescubierto desde ese exterior chino, se percibe de nuevo como algo sorprendente, fascinante, que nos da material para reflexionar. Ya lo han comprendido entonces: no voy a China por la fascinación de la distancia o el gusto por el exotismo, recurro a ella como un operador (y un revelador) teórico con la intención de inquietar el pensamiento, de abrirle otros ámbitos posibles para, a partir de allí, poder relanzar la filosofía.


Para ser eficaz: modelizar

Una vez terminado el preámbulo y habiendo aclarado mi punto de vista, voy a dedicarme ahora a una cuestión que, en mi opinión, los implica de manera directa en la gestión de los negocios y del management: la de la eficacia. Trataremos de ver cómo, por una parte, los griegos, y nosotros por herencia, y, por otra, los chinos tuvieron concepciones diferentes de lo que llamaré, al principio con términos comunes, la eficacia o la estrategia. Me parece que es una cuestión sobre la cual el contrapunto entre estas culturas puede construirse con bastante facilidad. Ambas concepciones de la eficacia -la griega y la china- se confrontan y se iluminan mutuamente, o, dicho de otro modo, se reflejan una a la otra. Creo que la manera griega de concebir la eficacia puede resumirse así: para ser eficaz, construyo una forma modelo, ideal, cuyo plan trazo y a la que le adjudico un objetivo; luego comienzo a actuar de acuerdo con ese plan, y en función de ese objetivo. Primero hay modelización, luego esta modelización requiere su aplicación. Todo esto conduce al pensamiento clásico europeo a concebir la intervención conjunta de dos facultades: el entendimiento, que, como dice Platón, "concibe aspirando a lo mejor" (forma ideal), y luego la voluntad, que se involucra para introducir esta forma ideal, proyectada, en la realidad.
Como ejemplo, y en el dominio de la estrategia propiamente dicha, tomemos al jefe de guerra que traza un plan de operaciones, en su tienda o en su gabinete, antes de llevarlo al terreno. O, en el ámbito que a ustedes les resulta más familiar, al economista que elabora una curva de crecimiento, como evolución ideal, y luego debe considerar cómo hacer para aplicarla. Y en una perspectiva más general, en el contexto del pensamiento europeo, también es el caso del pensamiento político. Trazamos formas ideales de la Ciudad, que luego habrá que implementar, y eso comienza ya con Platón; esta "aplicación" reclama siempre que, en mayor o en menor medida, se fuerce la situación, incluso a tal punto que a veces se produce una Revolución. Pero Platón nos dice que aunque pudiera aplicarse, esta forma ideal siempre tiene el valor de un modelo, servirá de idea reguladora y, desde el "cielo" de las Ideas, conducirá la acción. Por lo general, nuestras constituciones, de las que Francia es gran consumidora, también son modelizaciones. Recordarán ustedes con seguridad la constitución concebida durante la Revolución Francesa, tan perfecta, casi irénica, que se guardó con premura en un tabernáculo, mientras, frente a la urgencia de la situación, el Comité de Salvación Pública encaraba una política de guerra y de terror. Inaplicable como era, ella no perdía su estatus de forma modelo y de idealidad.
Es importante analizar qué ha sido esta atención que el pensamiento europeo consagró a la capacidad de modelizar. En la República de Platón encontré una fórmula a propósito de la estrategia militar, una fórmula que les resultará más curiosa, más sorprendente, cuando conozcan el mundo chino. En definitiva, ¿qué es lo que hace que un general sea bueno? Platón nos dice lo siguiente: "Para delimitar un campo, tomar plazas fuertes, hacer replegar o avanzar a un ejército y hacerle ejecutar todas las maniobras de rutina, ya sea en las batallas o en las marchas, un general será más o menos hábil...". Adivinen cómo termina la idea: "según sea o no geómetra". Para ser un buen general, un general "hábil", hay que ser un buen geómetra. Y la geometría, obviamente, es la modelización perfecta, es el modelo del modelo. Ahora bien, en efecto, toda una línea de la tradición estratégica europea, al menos hasta Clausewitz, ha pensado la estrategia primero a partir de la geometría. Se piensa en ángulos, en figuras, etc. Por supuesto, el pensamiento griego clásico -me refiero sobre todo a Aristóteles- trató de buscar algo que pudiera mediar entre ese plano de la forma modelo, expresada como objetivo, y el de su realización. Para decirlo con otras palabras, entre lo que llamamos la "teoría" y la "práctica", términos tan habituales entre nosotros que, me parece, ya no se cuestionan; o, mejor dicho, ya no sabemos cuestionar ni discutir. Y, sin embargo, se alude permanentemente a la pérdida que implica el pasaje de la teoría a la práctica: ésta nunca puede alcanzar el nivel de aquélla. Es por eso que Aristóteles elabora la idea de una facultad intermedia, a la que llama phrónesis, que se traduce a menudo por "prudencia", que serviría para vincular la modelización con la aplicación, y reducir así la brecha que casi siempre las separa. Mientras que Tales encarna la elección de la teoría pura, aquel que contempla el cielo a riesgo de caer en un pozo -como comenta burlonamente la sirvienta tracia-, Pericles encarna la prudencia del hombre de acción, que tiene a la vez una "justa apreciación a primera vista" y también "juicio": es el que sería capaz de adaptar su deliberación a la contingencia de la situación.

 

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