sobre el autor
datos del libro
índice
fragmento
fe de erratas
obras del autor
obras relacionadas


Buscar en este libro


Autores varios

Simone Weil

editado por: Emilia Bea y Carmen Revilla Guzmán


fragmento

Simone Weil, lectora

Pensadora políticamente comprometida, intelectual profundamente marcada, en su biografía personal y en su trayecto teórico, por la experiencia, escritora inclasificable, autora de una obra de incuestionable actualidad... Desde sus años de formación, Simone Weil hizo de la lectura el centro de su actividad intelectual, hasta llegar a considerarla como forma específicamente humana de relación con el mundo.
La lectura viene a ser un ámbito privilegiado de experiencias y catalizador de estas, de modo que su fidelidad al presente, su voluntad de estar en el centro de los acontecimientos y su amor a la realidad son indisociables de una intensa vida intelectual, centrada en la tarea de lectura que le proporciona las claves para pensarla. Entre los diferentes y múltiples perfiles que la obra y la figura de Simone Weil ofrece, se ha subrayado que "fue siempre una filósofa, una mujer que hizo del pensamiento un ejercicio cotidiano [...] que para ella vivir significó pensar" (Canciani, 1996: 366). Sabemos también que, para ella, el pensamiento siempre fue trabajo, y la filosofía, por tanto, algo "en acto y práctica", de modo que su compromiso ético y político se vincula esencialmente con su actividad intelectual. En este sentido, también hay que subrayar que "su filosofía comienza con las clases de Alain", al que "debe una parte esencial de su pensamiento" (Pétrement, 1997: 53-54), clases en las que este proporcionaba "admirables enseñanzas de lectura de los grandes filósofos y escritores", así como un método de pensamiento basado en la atención al arte de escribir, desde el convencimiento de que "aprender a escribir bien es aprender a pensar bien" (60-65).
Si muchas de las lecturas que serán decisivas en la elaboración de su pensamiento, en su concepción de la realidad y de la condición humana, así como en la articulación de las experiencias que vive e integra, encuentran su origen en las clases de Alain, es también muy perceptible en el trabajo intelectual de la autora un creciente interés por ampliar perspectivas. Como recuerda Simone Pétrement, a partir de febrero de 1938 Simone Weil amplía y diversifica su cultura buscando en los siglos precedentes la perspectiva necesaria para enfocar los acontecimientos actuales. Se consagra, en especial, a la lectura de los historiadores griegos y romanos, a la relectura de La Ilíada -"la única epopeya verdadera que posee Occidente" (Weil, 2005: 40)- y de los trágicos griegos, y muestra, asimismo, un interés creciente por la historia de las religiones. Lee los libros de las grandes religiones orientales: budismo, hinduismo, taoísmo y pensamiento zen, además del Libro de los Muertos y de la Biblia, sin olvidar otros textos pertenecientes a diferentes géneros literarios, como cuentos (desde niña le gustaban en especial los de los hermanos Grimm), poemas (Villon, san Juan de la Cruz, George Herbert) o los pertenecientes al folklore de diferentes pueblos.
Su acercamiento a los textos y, muy en especial, a las obras griegas -que "asumían para ella la fuerza de un evangelio y le servían como fogonazos intuitivos del genio o de una revelación gnómica" (Nevin, 1991: 125)- no se encuadra en las coordenadas metodológicas del trabajo filológico o hermenéutico ni responde a un estudio sistemático del corpus literario y filosófico habitual en la enseñanza de la época. La selección, traducción e interpretación de los textos responde a la búsqueda de una inspiración que permita replantear los fundamentos de una civilización a la deriva; es, en cierto sentido, un modo de denunciar la barbarie implícita en toda tarea civilizadora causante de desarraigo. Siguiendo la estela de su maestro Alain, la relectura de la historia de Occidente es esencialmente contraria a la idea de progreso y constituye una invitación "a mirar los acontecimientos históricos del pasado buscando ponerse en el punto de vista de los vencidos" (Potestà, 1996: 76). Su propósito es recrear las huellas de un legado espiritual con las que reorientar la mirada frente a las falsas lecturas impuestas por lo social. De ahí su consciente desconfianza de lo que podríamos llamar "documentación histórica", que deforma y falsea la realidad.
En Marsella se diría que tiene lugar una excepcional confluencia y armonización de sus preocupaciones e intereses, que queda expresada en escritos muy significativos, así como lo son también los que redacta en Londres tras las investigaciones y reflexiones llevadas a cabo en Nueva York. En ellos nos ofrece la más clara formulación de la necesidad de arraigo en lugares que permitan la participación real en lo real, a través del contacto con esos "islotes" y "gotas de pasado vivo" cuya forma de presencia prioritaria la proporcionan aquellos textos en los que, de hecho, encuentra la "savia" imprescindible y que considera, en consecuencia, "tesoros" que han de ser "asimilados" y "recreados".
Si reparamos en esta última fase de la biografía de la autora, iniciada en Marsella, resultan especialmente clarificadores los escritos "Moral y literatura" y "Carta a Cahiers du Sud sobre las responsabilidades de la literatura", en los que aborda la responsabilidad de los intelectuales en una Francia golpeada por el malheur que supone la invasión alemana, teniendo en cuenta su presencia y prestigio en la vida social, así como la no siempre justificada autoridad que se les reconoce. En estas páginas, Weil parte de la observación de una sociedad cuya carencia de recursos tiene su origen en una falta de "vida espiritual", que requiere con urgencia un principio de "inspiración" que la revitalice. Aunque es una situación que ya había percibido, por ejemplo, en el verano de 1932 en Berlín, ahora esta parece haber llegado a su final y, frente a este diagnóstico, Weil sugiere una explicación y una respuesta: si la patética situación que atraviesa la Francia ocupada tiene como característica la incapacidad de reconocer la realidad, paralela a una inmersión en la ficción "generadora de inmoralidad" y constitutiva de "la sustancia de nuestra vida", se trataría de dirigir la atención a aquello que "nos despierte a la verdad" proporcionándonos "algo equivalente al espesor de la realidad": esto es, a las obras que tienen su origen en el "genio", en las que aparece la dinámica de la fuerza y la gravedad, sin el revestimiento del error, "en la unidad y diversidad de sus formas". De hecho, el artículo "Moral y literatura" acaba proponiendo el recurso a estas obras, que han quedado al alcance de nuestra contemplación, como "fuente inagotable de inspiración": "Pero las obras de auténticos genios de siglos pasados permanecen. Están a nuestro alcance. Su contemplación es la fuente inagotable de una inspiración que puede dirigirnos legítimamente, pues esta inspiración, para quien sabe recibirla, tiende, según la expresión de Platón, a hacer crecer alas contra la gravedad" (Weil, 1944).
Estas obras son, para Simone Weil -como dirá de La Ilíada- "espejos", espacios y centros de contemplación y atención a la realidad, cuyas palabras, incorporadas al pensar, constituyen su verdadero alimento. Incansable y lúcida lectora, dedicó buena parte de su trabajo a la tarea de buscar palabras y escritura, explicitando su sentido de forma cada vez más clara. La noción de atención, núcleo esencial de su pensamiento de madurez, supone, en definitiva, una original propuesta de acceso a lo real a través de lecturas múltiples, o en distintos planos simultáneos. En el límite, la "atención creadora" consiste en leer "rescatando de la invisibilidad y del olvido" lo aparentemente inexistente.
Los autores que colaboran en este volumen, conocedores de la obra de Simone Weil y de los clásicos con los que dialoga, reflexionan sobre el modo en el que se mide con ellos y los incorpora a su pensamiento, acogiendo su "inspiración", sin ocultar ni minimizar los escollos, dificultades e incluso contradicciones que su lectura implica, ya que "sacar la inspiración" de ellos no es recibir su influencia, sino acceder a través suyo a otro plano.

descargar fragmento (446 kb).

 

obras relacionadas


Roberto Esposito

Las personas y las cosas


Autores varios

Hannah Arendt


Autores varios

Jacques Rancière