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Michael Oakeshott

Sobre la historia y otros ensayos


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Prólogo - 1. El presente, el futuro y el pasado

Prólogo
por Timothy Fuller

Los lectores de este libro se preguntarán cuáles fueron las intenciones de Michael Oakeshott al reunir en un mismo volumen tres ensayos sobre la historia, uno sobre el concepto de rule of law y otro sobre la Torre de Babel. El título mismo, Sobre la historia y otros ensayos, no resulta muy revelador. Oakeshott había adoptado una postura peculiar e imprecisa en torno a estos asuntos. Con frecuencia afirmaba no recordar por qué había decidido hacer lo que había hecho. Además, no le interesaban los títulos "con gancho" ni necesitaba explicarles a sus lectores por adelantado lo que esperaba que encontraran en sus trabajos. Sin embargo, estos cuatro ensayos como totalidad representan, a mi juicio, ciertos rasgos constantes y destacados de su pensamiento y forman un conjunto "oakeshottiano".
La inclinación de Oakeshott, según el mismo lo admite, era al escepticismo. Se trata de una perspectiva basada en la indagación dialéctica de Sócrates sobre la ignorancia humana, en el escepticismo de San Agustín en cuanto a nuestras pretensiones de aislarnos de la temporalidad y la mortalidad, así como en la idea de Montaigne acerca de la experiencia y su inevitable capacidad para superar todos los intentos de clasificarla u ordenarla, y en las explicaciones de Hobbes sobre los móviles que impulsan, si no a los más nobles y galantes, a los más comunes de los seres humanos. Según Oakeshott, este punto de vista se logra al abstraerse, al menos por un momento, de la inmersión cotidiana en la vida práctica para descubrir una mirada más distante e, incluso, más contemplativa. Esto no equivale a erradicar el pensamiento práctico, que se encuentra presente todo el tiempo desde el inicio de nuestra vida, sino más bien a ocuparse de la posibilidad menos obvia y dominante, pero no por ello menos real, de comprender el mundo no ya bajo la supuesta necesidad de modificarlo, perfeccionarlo o utilizarlo para satisfacer nuestros deseos, sino bajo el impulso de explicar su funcionamiento o de desentrañar los misterios de sus enigmas y dilemas, sin llegar a disolverlos. Esta perspectiva también se encuentra presente como posibilidad desde el inicio de nuestras vidas, pero quizá no resulta tan "primordial" como el pensamiento práctico en tanto no demanda satisfacción con la misma insistencia.
En parte, la concepción de Oakeshott sobre la libertad humana deriva de que, según su perspectiva, no estamos condenados meramente a vivir "recibiendo y gastando", no estamos condenados a la "letalidad del hacer", a la "danza macabra de las necesidades y las satisfacciones" ni al "deseo de poder y más poder que solo cesa con la muerte", sino que podemos responder frente al mundo en más de un modo. Oakeshott analiza la idea de que el mundo práctico, si bien está siempre presente, no constituye la base ni el origen de otros mundos alternativos, como el pensamiento histórico, el poético, el filosófico y el científico. De acuerdo con él, estos últimos no son meras versiones de la vida práctica traducida a una retórica inusual, sino que constituyen alternativas genuinas frente al punto de vista práctico, con el cual conviven. Ninguno de estos mundos determina lo que sucede ni aquello que se dice en los otros.
En los tres ensayos sobre la historia que integran este libro, Oakeshott reflexiona en torno a este asunto al profundizar acerca de la posibilidad de una mirada histórica especial sobre el pasado y al presentar los argumentos para su conclusión de que el pasado "histórico" del historiador corresponde a una categoría diferente a la del pasado "práctico". Considera que resulta fundamental demostrar que es erróneo asimilar los diversos modos del conocimiento en una categoría única que los abarque a todos. De hecho, es lo que el autor viene argumentando desde Experience and its Modes, su primera obra importante, publicada en 1933. Por lo tanto, le dedica una parte considerable del primer ensayo a discutir los argumentos sobre la primacía de la vida práctica y a plantear su idea sobre la separación de los modos de pensamiento en distintas categorías.
En otras palabras, según Oakeshott, tenemos la capacidad de concebir el mundo de diferentes maneras, en distintos modos e idiomas. Como resultado de esto, gozamos de la posibilidad de la conversación. La verdadera conversación es una actividad no dirigida en la que una voz distintiva no se ve reducida a otra (o, a decir de Oakeshott, no hay "simposiarca" ni "árbitro", no existe el modo de todos los modos). Se trata de una actividad mediante la cual el ser humano se descubre a sí mismo y se distingue de todos los demás. La libertad inherente del espíritu humano solo puede mostrarse bajo una forma concreta y gloriosa en la posibilidad de la conversación.
Uno de estos modos alternativos despertaba una fascinación particular en el caso de Oakeshott, que escribió al respecto durante toda su vida: el trabajo del historiador para comprender el pasado sin motivos ulteriores, ese trabajo que lo distingue en tanto historiador de aquellas personas que analizan el pasado en busca de alguna clase de orientación para sus actividades prácticas y que diferencia las personae de los historiadores como tales de las personae de los historiadores en su vida práctica. Si bien la opinión de Oakeshott en este sentido es polémica, la sostuvo durante toda su carrera, contra la idea tan difundida de que todas las actividades e iniciativas humanas deben concebirse en términos de los intereses prácticos de la vida humana. Para él, en cambio, si no insistimos con esta separación, jamás encontraremos una manera satisfactoria de determinar qué es lo que hace historiador al historiador y no otra cosa. Según el autor, cuando el historiador adopta el modo de pensamiento histórico para analizar el pasado, aspira a dejar de lado todas las preocupaciones relativas a la vida práctica. Obviamente, como ser humano, no deja de tener intereses prácticos, por lo que adoptar tal perspectiva histórica requiere un esfuerzo y representa un logro consciente. Esto es lo que diferencia el quehacer histórico de la inmersión sin esfuerzos en la vida práctica, en tanto esto último resulta "primordial". Todos los ensayos sobre la historia incluidos en el presente libro exponen distintos rasgos de la concepción del pasado para el historiador como tal, es decir, de una concepción "impráctica" del pasado.
Por su parte, el trabajo sobre el concepto de rule of law refleja otra conclusión de Oakeshott, a saber: durante los últimos 500 años, la civilización europea viene atravesando la aventura de inventar un modo de asociación civil y de vivir en términos de dicho modo, es decir, de un conjunto de arreglos mediante los que nos asociamos unos con otros, no en términos de un fin teleológico ni de un objetivo compartido para la humanidad, sino en términos de ciertos procedimientos consensuados que permiten otorgar a los individuos autorregulados la oportunidad de adoptar distintas maneras de realizarse en asociaciones voluntarias elegidas por ellos mismos y sustentadas específicamente por lo que conocemos como rule of law. Al concebirnos como seres temporales e individuales en la búsqueda constante de cierta satisfacción y autocomprensión, dependemos de la ley como medio para que la utilización de nuestras libertades no sea inequitativa, pretenciosa, inmanejable ni insegura. El análisis más sistemático y extenso que nos ofrece el autor sobre la asociación civil se puede encontrar en el libro On Human Conduct, de 1975, pero la mejor expresión de sus ideas sobre la ley es la que se halla en este ensayo.
Por último, Oakeshott pensaba que los seres humanos tenemos una propensión eterna a malentendernos, así como a malentender nuestras posibilidades y nuestros límites, toda vez que sucumbimos ante la tentación de tratar de edificar una estructura que supuestamente nos llevará a la perfección definitiva en una fantasiosa tierra prometida. Según él, esta tendencia se sustenta en una falsa apropiación de un concepto de teleología que generalmente se combina con el intento de superar las limitaciones del sistema de rule of law y con el esfuerzo de organizar las tendencias naturalmente diversas de la asociación civil. Para él, la totalidad del pensamiento moderno se ve afectada por esta tendencia bajo la forma del "racionalismo moderno", que se entromete particularmente en la ideología política moderna. Su presentación favorita de esta cuestión era el relato sobre la Torre de Babel. De hecho, el ensayo de este volumen que lleva ese título es el segundo que publicó al respecto. El primero, publicado originalmente en 1948, también se titula La Torre de Babel y está incluido en Rationalism in Politics de 1962 [editado en español como El racionalismo en la política y otros ensayos]. Yo me encontraba presente la primera vez que Oakeshott leyó este segundo texto, en una ponencia para una reunión del Carlyle Club, una sociedad intelectual compuesta principalmente por académicos de Oxford, Cambridge y Londres. Esto ocurrió en el Trinity College de Oxford en octubre de 1979. La recepción fue amistosa, pero hubo reacciones encontradas, pues como solía ocurrir frente a los argumentos de Oakeshott, a muchos de sus oyentes les costó unirse a él y abandonar la vida práctica para adoptar un modo de hablar sobre lo que significa ser humano desde una perspectiva más distante. A la larga, los comentarios sobre este trabajo en general lo trataron como si el autor hubiera pretendido defender una postura política de carácter negativo o pesimista (o "conservador" en su sentido más peyorativo). Sin embargo, él creía estar describiendo o explicando algo acerca de la condición humana tal como se nos revela cuando cesamos por un instante de sumergirnos en las actividades irreflexivas de la vida práctica que siempre nos convocan para mirarnos desde un ángulo distinto. Desde la perspectiva de Oakeshott, esto no es negativo, sino que más bien constituye una afirmación de las posibilidades humanas. A su juicio, solamente sería una visión negativa si nos viéramos obligados a llegar a la conclusión de que la política o la vida práctica son las únicas fuentes de sentido para nosotros.
En síntesis, los ensayos que se compilan en este libro forman una serie de aproximaciones complementarias a la visión general de Oakeshott sobre la condición humana considerada desde una reflexión histórica y filosófica, desvinculada de toda preocupación práctica por hacerse un lugar en el mundo o someter a los seres libres a los lineamientos de una supuesta "reflexividad superior".

***

1. El presente, el futuro y el pasado

La palabra "historia" es ambigua; por lo general se la utiliza al menos en dos sentidos distintos. Por un lado, representa conceptualmente la suma total de todo aquello que ha sucedido en la vida de los seres humanos, o un recorte de determinados acontecimientos medianamente relacionados entre sí que se distinguen en esa suma total al especificarse en términos de cierto momento y lugar, así como de una identidad sustantiva. Este es el sentido que aparece en expresiones tales como "la historia del mundo", "la historia de los judíos", "la historia de Suiza" o "la historia de los comienzos del Banco de Inglaterra". Aquí, el adjetivo "histórico" se refiere a lo que en efecto ocurrió durante ese lapso en ese lugar, respecto de dicha identidad, ya sea que sepamos algo sobre eso o no. Y los "hacedores" de esa "historia" son quienes participaron en tales acontecimientos.
Por otro lado, la palabra "historia" representa cierta clase de indagación sobre determinado recorte de acontecimientos, así como cierta clase de concepción al respecto. En tal sentido, se refiere a la tarea y las conclusiones del historiador. Se trata del sentido que aparece en expresiones tales como "diccionario histórico de la lengua inglesa", o "cuando uno lee a Ranke y a Maitland siente que está ante la presencia de una imaginación histórica extraordinaria", o incluso en títulos tales como "Una historia de Inglaterra". Aquí, el adjetivo "histórico" denota una indagación que, pensemos lo que pensemos sobre el grado de verdad o de confiabilidad de sus conclusiones, se reconoce en términos de ciertas características en tanto indagación histórica, pero no de otro tipo. Asimismo, denota la clase de comprensión que se obtiene en el curso de tal indagación. Y quienes "hacen" esta "historia" no son aquellas personas sobre cuyas palabras o acciones se indaga, sino los historiadores.
Si bien estos dos sentidos se diferencian entre sí, no son discrepantes. De hecho se unen en la Römische Geschichte de Mommsen, que representa (o pretende representar) una concepción de los acontecimientos planteada por Mommsen como resultado de cierto tipo de indagación, a saber: el tipo de indagación que distingue al historiador. Mommsen no intervino en la formación de la república romana, pero podríamos decir que es uno de los hacedores de la historia de dicha república.
Lo que aquí me convoca es la "historia" en este segundo sentido: la historia como indagación y el carácter de la indagación histórica. En adelante, la palabra "historia" se referirá a una modalidad de indagación distintiva y la frase "pensamiento histórico" a un tipo de pensamiento también distintivo. Cuando hablo de una modalidad de indagación, me refiero a las condiciones de pertinencia que la constituyen en tanto una clase de indagación particular y la distinguen de un tanteo inconsecuente en medio de la confusión de todo aquello que puede estar sucediendo, pero que también la diferencian de otras clases de indagación igualmente distintivas. Estas condiciones de pertinencia, sin duda, son formales, pero cuando no existen, cuando no hay una modalidad especificable, no puede haber indagación y, por lo tanto, tampoco puede haber conclusiones consecuentes.
Así, una modalidad de pensamiento no equivale a una mera actitud o a un punto de vista. Se trata de una manera de comprender que reviste carácter autónomo y especificable en términos de ciertas condiciones exactas y que es lógicamente incapaz de negar o confirmar las conclusiones de cualquier otra modalidad de pensamiento, o incluso de proferir ningún comentario pertinente al respecto. Lo que pretendo encontrar son las condiciones de pertinencia según las cuales se puede reconocer determinada indagación como "histórica".
En este punto, cabe mencionar dos objeciones comunes frente a semejante proyecto, que en sí mismas constituyen posibles motivos para ni siquiera emprenderlo. Primero, se dice que la indagación histórica es un invento humano, que no hay dónde encontrarla, salvo en los escritos de los supuestos historiadores, y que dichos escritos, lejos de exhibir un carácter uniforme, reflejan toda una variedad de ocupaciones diversas, sin ninguna tendencia discernible en los estilos fluctuantes de la indagación histórica que nos permita suponer que son las distintas etapas en el camino a una condición definitiva o que son desvíos circunstanciales e insignificantes en tal camino. Como señala un autor, la indagación histórica no es un "modo de pensamiento" en sí mismo, sino "el techo bajo el cual conviven los numerosos intereses, técnicas y tradiciones de aquellos que le han dedicado lo mejor de sus vidas al estudio del pasado".

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