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Rüdiger Safranski

Sobre el tiempo

+ "Una vida es rica si participa de diversas velocidades" (entrevista de D. Gamper Sachse)


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Sobre el tiempo

"¿Qué es, por tanto, el tiempo?", pregunta San Agustín, y continúa: "Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si alguien me pregunta por su naturaleza e intento explicársela, no sé hacerlo".
¿Qué es tan enigmático en el tiempo? El enigma está para San Agustín en que el tiempo es tanto real como no real, ambas cosas a la vez. El ser del presente es un enclave entre dos tipos de no ser: el ya no del pasado y el todavía no del futuro, y así el presente es una especie de punto sin extensión, a saber, el ahora. Este ahora es breve, y, sin embargo, mientras vivimos nunca cesa, pues siempre hay un ahora. En consecuencia, el tiempo es un acontecer que fluye, que corre a través de ese punto que llamamos ahora, a través de un presente puntual. Pero si nos limitáramos tan solo a la vivencia de los puntos del ahora, no tendríamos ninguna experiencia del tiempo. Y, sin embargo, la tenemos, afirma San Agustín, y esgrime la razón de que el tiempo que acaba de pasar es retenido todavía un cierto rato en la memoria y, a partir del punto del ahora, nos dirigimos expectantes al futuro. De esa manera tenemos el resultado de "un espacio de tiempo" que el alma puede abarcar. San Agustín también sabe, naturalmente, que la expresión "espacio", referida al tiempo, es una simple metáfora, y es incluso una metáfora engañosa. ¿Por qué? Porque el espacio se distingue radicalmente del tiempo por el hecho de que en el espacio podemos movernos hacia adelante, hacia atrás y en todas las direcciones, cosa que no cabe hacer en el tiempo. Este tiene trazada su dirección, es irreversible. En realidad no hay ninguna marcha atrás. No hay duda de que aparentemente podemos movernos con toda libertad en los espacios del tiempo, hacia adelante y hacia atrás; pero eso solo tiene validez en el reino de la representación. En realidad estamos siempre inmersos en un flujo irreversible del tiempo.
La reflexión anterior nos conduce al resultado de que en cierto modo vivimos en dos zonas del tiempo.
Por una parte, hay un tiempo real, que nosotros experimentamos como un flujo irreversible, un tiempo que en cada caso acontece "ahora". Ese tiempo es el vivido. Está siempre presente, es presente como recuerdo presente, como presente en el ahora y como expectación presente.
Por otra parte, hay un tiempo representado, que nos da la apariencia de espacios temporales en los que supuestamente podemos movernos con libertad hacia adelante y hacia atrás, en el pasado y en el futuro. En este espacio de la representación incluimos también la posición ocupada por los otros, por aquellos que vivieron antes o que vivirán después...
Pero ¿qué es el tiempo mismo?
Cabría responder con toda sencillez: el "tiempo" es aquello que miden los relojes. Y ¿qué miden los relojes? Estos responden a la pregunta por la posición de los sucesos o la amplitud de los trechos en la sucesión de un acontecer. A este respecto se usa un patrón de movimiento al que la sociedad se atiene unitariamente; se trata de un transcurso en cierto modo regular. Antes se usaban para este fin los movimientos de la naturaleza, el movimiento de las estrellas o del Sol. Esos transcursos que se repiten regularmente servían como unidad de medida estandarizada en la sociedad y, con ello, como "reloj" para el tiempo. Y también ha podido servir de reloj, por ejemplo, una determinada cantidad de arena que se escurre a través de un cuello estrecho: el reloj de arena. Más tarde se comenzaron a construir relojes mecánicos. En principio siempre está en juego el mismo procedimiento: con ayuda del curso regular de un movimiento se miden los transcursos menos regulares. A partir de ahí las unidades practicables de medición se establecen de forma socialmente vinculante. Las costumbres sociales de medición del tiempo han conducido a que en la conciencia general el "tiempo" mismo acostumbre a confundirse con los instrumentos usados para medirlo. Y de este modo hacemos como si el tiempo fuera algo acompasado que avanza de forma parecida a la del segundero. La expresión misma "avanzar" induce a tergiversaciones, pues el tiempo no "avanza", sino que, más bien, "fluye". Pero también la palabra "fluir" no pasa de ser una metáfora bastante pobre.

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