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Matías Dewey

El orden clandestino

Política, fuerzas de seguridad y mercados ilegales en la Argentina


notas de prensa

La subversión del Estado
La Voz del Interior - Argentina, 11/30/2015

Ilegales, truchos y malos
Clarín - Revista Ñ - Argentina, 10/6/2015

La mafia como prestación estatal
Clarín - Revista Ñ - Argentina, 10/6/2015

título de la nota: La subversión del Estado
autor de la nota: Rogelio Demarchi
medio: La Voz del Interior - Argentina
fecha: 11/30/2015

extracto
Un pacto entre la política, las fuerzas de seguridad y la delincuencia hace posible el desamparo de los ciudadanos que admiten el imperio de la ley y la protección de quienes debieran ser reprimidos por desarrollar actividades ilegales. Esa es la conclusión que presenta Matías Dewey en El orden clandestino.

Matías Dewey acumuló seis años de investigación alrededor de un objeto que no ha despertado el interés académico: "cómo la construcción de poder estatal y gubernamental en la Argentina está íntimamente ligada a la expansión de diversos mercados ilegales". Su trabajo se concentró en el funcionamiento de dos de ellos, en un mismo espacio: las autopartes y La Salada, en el conurbano bonaerense.
Sus conclusiones, sintetizadas en El orden clandestino. Política, fuerzas de seguridad y mercados ilegales en Argentina, de reciente publicación, son -hay que advertirlo de entrada- terribles: en pocas palabras, el Estado le vende protección a los delincuentes que operan en distintos mercados ilegales. Tráfico de drogas, de personas, robo y desmantelamiento de autos, talleres textiles clandestinos, pornografía infantil, venta ilegal de moneda extranjera, prostitución. El sistema admite tanto esas cosas que nos provocan un rechazo moral inmediato como aquellas otras que relativizamos y naturalizamos con igual rapidez.
***
-Las primeras formulaciones de tu tesis sobre un Estado que vende protección a los delincuentes en vez de perseguirlos provocó la desconfianza o la incredulidad de tus colegas. Una reacción semejante podrían tener los lectores del diario o de tu libro. ¿Estás seguro de lo que estás diciendo?

-Me atrevería a afirmar que muchos de tus lectores comparten una opinión ambigua respecto de la policía, los inspectores y funcionarios estatales en general. Es difícil encontrar gente que no ponga en tela de juicio el accionar de estos representantes del Estado. Esta opinión puede estar formada por el tipo de información que se consume, pero también, y principalmente, por experiencias propias. Esa experiencia indica que la relación con los representantes del Estado puede ir por dos carriles: uno, formal, conforme a las normas o reglamentos; y otro, informal, que consiste en "arreglar", para usar un término coloquial. "Arreglar" es lo que yo llamo comprar protección.
***
-Trastornar el orden establecido es el significado de subvertir. Pervertir es perturbar el orden. ¿Tu tesis implica una perversión o una subversión del Estado?

-Me inclino a pensar que se trata de una subversión del orden que intentan instaurar ciertas leyes, reglamentos y normas llamadas oficiales. No creo que dichas normas sean de por sí buenas o deseables. La legalidad no es de por sí buena. Pero admitir esto no debe ocultar que todas las sociedades necesitan leyes para regular los intercambios sociales. Se pueden cambiar si se consideran inadecuadas. El problema es que, debido a nuestra organización social y política, no podemos dejar de esperar que un funcionario represente al Estado y a lo que este promete. Nadie puede abandonar la esperanza de que el policía persiga a un ladrón, por usar un ejemplo trivial. O que el intendente haga su campaña con dinero lícito. El orden comienza a subvertirse cuando el policía no persigue al ladrón porque este le pagó para vender paco, o cuando el intendente financia sus campañas con el dinero que le deja la venta ilegal de indumentaria. Entonces los representantes estatales tienen dos mostradores. Uno en el que atienden a los ciudadanos y otro en el que atienden a delincuentes. Sé que la tesis del libro es un poco radical, pero la realidad gana, siempre es un poco más extrema.
***
-Cuando describís el pacto policial-político, da la impresión de que funcionara una pirámide invertida: que "el rey" fuera el intendente, digamos, que marca el territorio y acuerda las reglas del juego con sus policías y en su distrito.

-Es un error observar este fenómeno como una cuestión de policías. Eso es incurrir en un sesgo que consiste en asumir que la política no tiene responsabilidad en el manejo de la seguridad. Si fuese una cuestión de policías corruptos, sería un problema mucho más sencillo de resolver. Es difícil decir cuán piramidal es la estructura porque depende de cada caso, de vínculos específicos. Pero sí, se trata de una clara responsabilidad política que, además, está ratificada formalmente: es el poder político el que tiene la potestad de nombrar o dar de baja al personal de seguridad. Son los intendentes los interesados en ciertos comisarios y son los gobernadores quienes ratifican nombramientos. Hay que decir que, con la excepción de la provincia de Buenos Aires, hoy en día sabemos muy poco de estos vínculos, a nivel municipal y provincial, en el resto del país. Las ciencias sociales se han desentendido de este problema y los estudios sobre las policías provinciales y los vínculos políticos son prácticamente inexistentes.

Fuente: www.lavoz.com.ar

título de la nota: Ilegales, truchos y malos
autor de la nota: Héctor Pavón
medio: Clarín - Revista Ñ - Argentina
fecha: 10/6/2015

extracto
Matías Dewey. Una investigación inusual y exhaustiva sobre La Salada y los desarmaderos del Conurbano revela redes clandestinas, en un fluído sistema de mafias y autoridades de todo nivel.

El Conurbano bonaerense es territorio de ficciones pero cruzadas con realidades muy duras. Hacia allí se dirigió el sociólogo y politólogo argentino Matías Dewey para investigar dos íconos de la economía informal y delictiva: la feria La Salada y los desarmaderos de autos cruzados por el papel de las autoridades: con y sin uniforme. Dewey hizo estas investigaciones becado por la Fundación Alexander von Humboldt y el Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades. Viajó varias veces desde Alemania hasta el Sur del Gran Buenos Aires para realizar su trabajo de campo. Estuvo siete meses en 2013 en La Salada, trabajó en un taller con una familia, como carrero en la feria y de ese modo realizó más de 100 entrevistas en profundidad con diversos actores del mercado.
***
-¿Por qué sostiene que en el orden clandestino no hay caos?

-Porque la protección mafiosa es un mecanismo que no es disruptivo sino que es un "acuerdo" que promueve otros. Ante la necesidad de querer accionar por fuera de la ley y ante la correspondiente necesidad de protegerse de ella, existe alguien que ofrece la posibilidad de hacerlo, es decir protección. No es que los delincuentes encuentran a representantes estatales apegados a la ley sino que encuentran a funcionarios dispuestos a suspender la ley en ciertos sectores (zonas liberadas) o por un lapso. La venta de protección, entonces, hace que los intercambios económicos ilegales se reproduzcan. El fenómeno es disruptivo en la medida que genera efectos negativos: aumento del consumo de drogas con todo lo que eso conlleva, predación de fauna y flora salvaje, aumento del robo de autos, de tráfico de personas, expansión de talleres clandestinos, etc. Pero no sólo existe una gran demanda de protección por parte de grupos que operan en mercados ilegales, sino que los mercados ilegales son tolerados porque ofrecen beneficios: ropa barata, trabajo informal, autopartes económicas, prostitución, drogas, etc. Y las autoridades sacan provecho de dichas "externalidades" o efectos positivos.
***
-¿Cómo vio La Salada? ¿Es una metáfora, una representación a escala de la Argentina?

-La Salada es, en muchos sentidos, una Argentina. Existe una gran hipocresía cuando la forma de describir ese lugar es desde la moral y las normas y, al mismo tiempo, gran parte de la población se beneficia de esa economía informal e ilegal. Es una economía que ha funcionado de colectora de gente, primero de aquellos que perdieron con la hiperinflación, luego con la crisis de 2001 y, ahora, con la economía en crisis. Es la confluencia de problemas profundos que no se han querido o podido enfrentar: una migración descontrolada, una urbanización sin ninguna planificación, una política partidaria oportunista y venal, la falta generalizada de títulos de propiedad, etc. Y bajo esas condiciones creció una economía que necesita de todo eso para poder ofrecer productos baratísimos y cada vez más necesarios para sectores empobrecidos.
***
-¿Hubo algo en particular que lo haya impactado en el plano subjetivo?

-Me ha impactado el nivel de aspiraciones personales que existe en La Salada. Es realmente una economía que funciona, si dejamos por un momento de lado las cuestiones negativas. Para mi trabajo también he entrevistado a productores de indumentaria "legal" y el contraste era notable. En un lado, el mundo legal, sólo había incertidumbre y pronósticos poco auspiciosos. En el otro lado, esperanza y gente creyendo que podrían seguir progresando indefinidamente. Algo así como un sueño americano en el Conurbano. Definitivamente dos países, entrelazados, pero con representaciones completamente diferentes de cómo será el futuro.

Fuente: www.revistaenie.clarin.com

título de la nota: La mafia como prestación estatal
autor de la nota: Ariel Wilkis
medio: Clarín - Revista Ñ - Argentina
fecha: 10/6/2015

extracto
El orden clandestino refleja el tipo de aporte que la mejor sociología puede ofrecer al debate público. El autor nos propone una serie de conceptos y una argumentación fundamentada para comprender lo que se suele entender como corrupción policial, clientelismo político o crimen organizado. A la luz del trabajo de Dewey, estas nociones, que saturan el discurso mediático y político, asoman como conceptos morales carentes de consistencia explicativa.
***
Hay dos sutilezas en el argumento de Dewey a destacar. Para el autor, la suspensión de la aplicación de la ley (en eso consiste el servicio de protección) no supone un caos. El orden clandestino es tal pero es un orden social; requiere un trabajoso esfuerzo, conocimientos y confianza para sostenerlo. Otro argumento no menos sutil: el "orden clandestino" está incrustado en nuestra vida, tiene ramificaciones que envuelven nuestras actividades económicas. Dewey abandona sus dos casos testigos para mostrar que esta descripción es aplicable a los mercados ilegales de dólares, estupefacientes y otros.
El orden clandestino propone un debate crucial a más de 30 años del retorno de la democracia en nuestro país. Dewey nos ayuda a pensar una gran paradoja de estas tres décadas. El sistema democrático se afianzó a la par que lo hizo el "orden clandestino" que sustenta el financiamiento de la actividad política. Los mercados ilegales se convirtieron en una parte de la infraestructura social y económica de la democracia argentina. Las páginas de este libro nos confrontan sin rodeos con esta paradoja y propone un debate lejos de la denuncia autocomplaciente.

Fuente: www.revistaenie.clarin.com

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