Una investigación única y contundente sobre las formas y usos de la violencia en la vida cotidiana de los pobres urbanos.
LANZAMIENTO MAYO 2013



Javier Auyero y María Fernanda Berti

La violencia en los márgenes

Una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense


> Agenda Presentaciones en Buenos Aires [+ info]
> Conferencia de Javier Auyero "Los sinuosos caminos..." [+ info]
> Comentarios en los medios La Nación, Clarín, otros [+ info]
> Sostienen los autores Algunos fragmentos de La violencia... [+ info]
> Los autores Biografías [+ info]
> El libro Ficha bibliográfica [+ info]

Agenda
Presentaciones en Buenos Aires

Jueves 13 de junio, a las 17 hs.
Javier Auyero invitado por Lucas Rubinich
Facultad de Ciencias Sociales, aula 300, UBA
Marcelo T. de Alvear 2230, Ciudad de Buenos Aires


Viernes 21 de junio, a las 18 hs.
Librería Eterna Cadencia
Honduras 5574, Ciudad de Buenos Aires


Martes 25 de junio, de 15 hs. a 18 hs.
Debate "Políticas de la ciudad y violencias urbanas"
Con la participación de Javier Auyero, Gabriel Kessler y Marcelo Saín
Campus de la U.N. de Gral. Sarmiento
Juan María Gutierrez 1150 (entre José León Suarez y Verdi)
Los Polvorines, Provincia de Buenos Aires


Conferencia de Javier Auyero
"Los sinuosos caminos de la etnografía política"



Comentarios en los medios

"No están seguros ni en su propia casa"
Ailín Bullentini (Página 12, 24/06/2013)

Se conocieron hace más de 20 años militando en una zona del conurbano. Ahora ella es docente en la misma zona y él, sociólogo en la Universidad de Austin, Texas. Juntos se propusieron desentrañar el funcionamiento de las cadenas de violencia en esos barrios populares, y el resultado fue el libro La violencia en los márgenes, que tiene poco que ver con lo que usualmente se lee sobre inseguridad.

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- La violencia en los márgenes apunta a describir el ejercicio de violencia interpersonal, desde la microestructura de un barrio popular como lo es el de Arquitecto Tucci, en el conurbano bonaerense. ¿A qué se debió este enfoque?

J. A.: - Es un recorte analítico que hicimos. Consideramos necesario contar los vínculos de violencia entre las personas como un paso previo a la explicación de que aquellos están causados por el orden social, por la presencia intermitente, selectiva y contradictoria del Estado en esos territorios. Creemos que si no aislábamos esas relaciones de la macroestructura, si a todo llamábamos violencia sin más, después no podíamos entender finalmente cuáles son los alcances profundos de la desigualdad.

M. F. B.: - Tuvo que ver con la necesidad de la gente de contar lo que les pasa todos los días. Primero los nenes, que contaban esto todos los días; después salimos de la escuela y nos encontramos con lo mismo. La necesidad de las personas de hablar de lo que están pasando.

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- En un segmento del libro reconocen el peligro de que las historias que cuentan sirvan para sumar a la estigmatización de los habitantes de los barrios populares. ¿Por qué decidieron correr el riesgo?

J. A.: - Contamos historias fuertes, y dejamos muchas otras afuera porque nos parecía demasiado. Decidimos contar estas cuestiones con el compromiso de contarlas bien, justamente para evitar que sean mal utilizadas tras ser leídas. Para nosotros, ese "contarlas bien" significó contextualizar a fondo. Contar que una mamá le rompió dos dedos a su hijo, pero no dejarlo en el aire, sino contextualizar la historia lo más que se pueda. ¿Por qué lo hizo? Y en el porqué está el cómo: ¿cómo suceden esas cosas? Gracias a las notas y las entrevistas que hicieron Fernanda y Agustín (Burbaro de Lara) logramos sumar contexto más contexto más contexto a las situaciones. El gran contexto estructural es el de la miseria, la desigualdad, la violencia estatal. Pero luego hay microcontextos: cómo fue, qué pasó, qué vino después. No vamos a evitar que la gente lo lea mal -eso está en cada lector-, pero sí proveerle las herramientas para que entienda que esa violencia viene de algún lado.

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- ¿Confían en que el libro ayude a deconstruir el discurso de inseguridad impartido tan fuertemente por los medios de comunicación masivos en el que los pobres son sólo victimarios de la violencia que sufren las clases medias y altas?

M. F. B.: - Debatimos mucho el cómo contar todo esto. Javier siempre me pedía, mientras hacíamos el libro, que le contara alguna vez una linda historia. Pero nunca lo logré. Pedía que apareciera algún caso que negativizara aquello que estábamos contando, alguien a quien no le pase nada. No pudimos encontrarlo. Quisimos remarcar con el libro que en las familias de esos barrios como el de Arquitecto Tucci la muerte se sufre tanto como en cualquier otro lado; que los chicos les tienen miedo a los tiros, a los robos, a que sus padres estén lejos, en una celda; que las personas piden lo mismo que la clase media -aquellos apropiadores del discurso de la inseguridad- y, sobre todo, que la vida se festeja. La discusión del cómo, para ellos, se obtiene más seguridad es una discusión que llega después. Muchos nenes plantean: queremos más armas. Bueno, hay que entender que casi todos en esas familias tienen armas. Cuando me dicen eso, siempre les pregunto por qué sus papás tienen armas. "Para defendernos", me responden. El libro está escrito para que pueda entenderse de esta manera.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar

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La violencia que depreda
Martín Granovsky (Página 12, 22/06/2013)

Con que el lector avance en las páginas del libro La violencia en los márgenes que acaba de publicar Katz Editores, se dará cuenta por sí mismo de la postura ética y política de los autores. Luego de leer esta pequeña obra de 174 páginas sobre la violencia en Arquitecto Tucci, un barrio de 170 mil personas junto al Riachuelo, está claro que trabajaron, que literalmente se metieron en el barro, que buscaron datos y los mostraron de manera evidente, que hicieron descubrimientos y que, a la vez, se permitieron la conjetura y el espíritu provisional que distingue a los buenos observadores.

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En la experiencia de Fernanda, la maestra, no hace falta que provoque a los alumnos para hablar de la violencia cotidiana. El tema aparece en conversaciones o dibujos sobre tiroteos, cicatrices, robos, armas, calibres, vainas, peleas callejeras y frecuentes situaciones carcelarias de un familiar. Cuando Fernanda lee, aludiendo a la Revolución de Mayo, que el rey de España había sido apresado en Francia, Carlos interrumpe: "Mi tío también está preso... no sé por qué, creo que fue por robar". Al pedido de la maestra para que los chicos digan a qué le tienen miedo, la mayoría de las cosas tiene que ver con la violencia que los rodea: pasos en el techo, ratas, tiros, gritos cuando roban, gatillo-cargador, tormenta, cuando roban y queman los autos y explotan.

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Cuidadosos, Auyero y Berti aclaran en el epílogo que la violencia mostrada no es precisamente liberadora. "Es, más bien, una confirmación de la idea de que el lugar donde viven es un espacio 'otro', estigmatizado y estigmatizante, peligroso y relegado en el sentido literal del término: un lugar apartado y subordinado."
Un margen que, se ve muy claramente tras leer el libro, no está al margen de nada. Los márgenes están adentro, bien adentro.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar

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Entrevista a Javier Auyero
Claudio Villarruel y Bernarda Llorente (Radio Del Plata - Detrás de lo que vemos, 19/06/2013)

Fuente: http://www.amdelplata.com

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"La violencia en los márgenes"
Cecilia Bona y Hernán Daicich (Radio Frencuencia Zero - Código de barras, 19/06/2013)

Javier Auyero, sociólogo y co-autor del libro, afirmó en Código de barras que se intenta dar un debate frente a los discursos dominantes que desplazaron el tema de la violencia como si ésta fuese sufrida sólo por los sectores medios o altos.

Fuente: http://www.frecuenciazero.com.ar

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Entrevista a Javier Auyero
Pablo Caruso y Tali Goldman (Radio Madre - Mañana madre, 17/06/2013)

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"Nos desvela saber si las marcas que deja la violencia sostenida son o no indelebles"
Claudia Rafael (El Popular, 16/06/2013)

La investigación está centrada en Arquitecto Tucci, nombre ficcional que le pusieron al barrio lindero a la feria La Salada, de Lomas de Zamora. Un sociólogo y una maestra del Conurbano estudiaron allí las cadenas de violencia. ¿Es posible salir intacto? El rol del Estado, los sueños de los chicos y el permanente estímulo de las violencias en la vida cotidiana. Javier Auyero en entrevista con este Diario.

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- Uno lee el libro, observa estas realidades, lo escucha describirlas y se queda con la sensación de que es algo así como estar sentados sobre una especie de polvorín. ¿O acaso es tan grande la desazón que no hay fuerzas para reaccionar?

- La idea de polvorín sería que es algo a punto de estallar. Y yo creo que estalla todos los días. No es que todos los días muere alguien. Pero no sería muy arriesgado pensar que o todos los días muere alguien, o todos los días le pegan brutalmente a una mujer, o todos los días castigan brutalmente a un chico, o todos los días alguien se agarra en la calle de los pelos. Entonces la idea de un polvorín que eventualmente va a estallar, como imagen en realidad no representa bien lo que efectivamente está sucediendo. No es que está a punto de estallar, sino que es un campo minado sobre el que la gente camina todos los días y todos los días vuela algo por los aires. Vos hablabas de desazón y el nuestro es un libro que no tiene mucha luz al final del túnel. Sin embargo, creo que los intentos más recientes de hacer de esta violencia por parte de la misma gente de la zona un objeto de lucha política o de organizarse alrededor de episodios de violencia, harían pensar que, a pesar del miedo que, como dicen los vecinos paraliza, uno podría tener cierta esperanza. Ahora que estoy en la Argentina estuve pensando en que una esperanza sería que se genere algo parecido al movimiento de derechos humanos. En un contexto de mucho temor, de mucha fragmentación y que justamente hasta las imágenes son parecidas. Y es algo que digo mientras pienso en voz alta. La imagen de las madres del barrio buscando a sus hijos perdidos, consumidos por drogas, a la noche, que no saben dónde están, con miedo de que alguien los mate... ésa fue la imagen que me hizo pensar, si uno quiere buscar y encontrar una luz al final del túnel, puede estar en la posibilidad de un movimiento moderado alrededor de la lucha de derechos humanos.

Fuente: http://www.elpopular.com.ar

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Entrevista a Javier Auyero
Mona Moncalvillo (Radio Nacional - Núcleo duro, 15/06/2013)

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Entrevista a Javier Auyero
Eduardo Lazzari, Guillermo Ariza, Daniel Muchnik, Luis Rappoport y Damián Toschi (Radio Ciudad - Viejos vinagres, 15/06/2013)

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Vivir y morir en los barrios marginales del Gran Buenos Aires
Omar Genovese (Perfil - El Observador, 15/06/2013)

Un diálogo con Javier Auyero y María Fernanda Berti, autores de un libro estremecedor sobre la violencia en las barriadas pobres a pocos kilómetros de la Capital, en tiempos de inclusión.

- Noto dos trabajos en el libro. Uno, el del sociólogo, y otro el tuyo, como docente, en el cual recopilaste de tus alumnos el relato de las situaciones de violencia, y que pudo ser una carga.

Berti: Es, pero no tanto. Primero, esa diferenciación formal existe, pero compartimos análisis y trabajo de campo. Respecto de la angustia, yo siempre digo que no vivo en Ingeniero Tucci, que me voy a mi casa, el dolor no es mío y es del otro. Claro que nos angustiábamos, pero es algo que intenté tener claro: lo que estoy narrando es el dolor del otro.

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- A mí me sorprende que recién en la página 80 aparezca el término "dignidad".

Auyero: Hay una corriente de análisis que habla del ejercicio de la violencia como búsqueda del respeto, de la dignidad. No es lo que primó en el análisis porque no encontramos ese sentido. Yo estoy de acuerdo con Fernanda, me acerqué a Ingeniero Tucci sin pensar en escribir un libro sobre violencia. La intención era replicar el estudio que realicé en Villa Inflamable. Y fue tal la sorpresa que demostró que no estábamos preparados para comprender, porque por oficio y formación nosotros no somos "violentólogos".

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Auyero: En una conferencia en Washington termino de presentar el libro con lecturas de algunas partes, y alguien con una posición identificada políticamente me interroga: ¿por qué hablar de esto justamente ahora en un momento en el que hay inclusión social en la Argentina? Y mi respuesta fue más bien sencilla: ¿por qué no? Si esto existe. Si ése es nuestro rol. ¿Hemos perdido nuestra capacidad crítica? Si para eso estamos. 

- Bueno, hay un gran problema con la capacidad crítica de los intelectuales oficialistas. 

Auyero: A mí nunca me gusta hacer tomas de posición respecto del lugar que debe ocupar un intelectual. La toma de posición es ésta (señala el libro sobre la mesa), nosotros no vamos a decir "en esto deberían estar las ciencias sociales". La gente se llena la boca hablando de ciencias sociales interdisciplinarias, o que comuniquen con el público en general, o que colaboren. Yo no voy a escribir un tratado de colaboración, ésta es la muestra, un sociólogo que colabora con una maestra.

Fuente: http://www.perfil.com

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Entrevista a Javier Auyero
Martín Granovsky (Radio América - Por simple curiosidad, 12/06/2013)

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"Las cárceles son fábricas de violencia"
María O'Donnell (Radio Continental - La Vuelta, 13/06/2013)

De visita en Continental, el escritor y sociólogo Javier Auyero, habló de su último libro La violencia en los márgenes.

Fuente: http://www.continental.com.ar

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La violencia encadenada, diálogo con Javier Auyero
(Radio Palermo - Fuera de Agenda, 11/06/2013)

La violencia de género, la violencia familiar, la violencia policial, la violencia criminal están conectadas entre sí. Así lo plantea Javier Auyero, el sociólogo que junto a la maestra María Fernanda Berti, escribió La violencia en los márgenes, un texto duro pero revelador sobre cómo se vive en un barrio como Arquitecto Tucci, cerca del Riachuelo, al sur de la provincia de Buenos Aires. "Con la alta frecuencia que tiene la violencia en estos sectores es aventurado pensar que alguien pueda salir intacto de allí", concluye Auyero.

Fuente: http://www.fdaweb.blogspot.com.ar

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"La violencia define la vida de los pobres"
Lucía Álvarez (Tiempo Argentino, 19/05/2013)

Con la maestra María Fernanda Berti, estudiaron en un barrio del Conurbano la otra cara de la inseguridad.

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"Creo que si tomo como parámetro de comparación mi primer trabajo intensivo, en Villa Jardín, donde la gente hablaba de los pibes de la esquina que fumaban porro, a hoy, veinte años más tarde, el panorama es muy distinto. A diferencia de lo que sucedía un cuarto de siglo atrás, hoy la violencia permea y define la vida de los sectores populares. Tomando datos objetivos, estadísticos, y subjetivos, me quedan muy pocas dudas de que estos barrios son más violentos de lo que eran. Los chicos, adolescentes y adultos hablan casi compulsivamente de esta experiencia. No de un asalto, sino uno seguido de un tiro, de un cuchillazo, y muchas veces seguido de muerte."

-¿Los sectores populares no estuvieron desde siempre más expuestos a la violencia?

-Estamos hablando de más violencia, y en términos generales, de una nueva naturaleza de esta violencia. Antes, nos referíamos a la violencia del Estado, que hoy no ha desaparecido, pero que ahora vemos interactuando con otras formas que están concatenadas. Tenés violencia doméstica, con un marido que le pega a una mujer; sexual, con un tío que abusa de sus sobrinas; y una violencia que ocurre públicamente en asaltos, tiroteos y homicidios. Primero detectamos la frecuencia, y luego, comenzamos a hacer un trabajo de detectives, para ver cómo se conectaban entre sí. Porque veíamos que el dealer podía ser violento con un cliente, pero cuando iba a la casa, la mamá lo encadenaba y le pegaba para que no consuma. Esto quiere decir que este tipo de violencias que pensamos como fenómenos aislados, en algunos casos, están interconectadas.

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-En el libro hablan de una balcanización de las Ciencias Sociales para abordar la violencia, ¿también se puede hablar de una balcanización de las políticas públicas?

-La violencia está encadenada y la solución tiene que ser integral. Eso es lo que se desprende del libro. No podemos seguir tratando la adicción como un problema y la violencia doméstica como otro. En los efectos, la política pública está balcanizada.

Fuente: http://tiempo.infonews.com

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En mi barrio no está quedando ni uno
(Revista Anfibia, 19/04/2013)

Desde hace tres años, el sociólogo Javier Auyero y la maestra de escuela primaria Fernanda Berti vienen entrevistando alumnos, maestras y vecinos de Arquitecto Tucci, un barrio caliente del conurbano bonaerense. En la investigación, descubrieron que la violencia no se restringe al "ojo por ojo" sino que se expande, se parece a una cadena que contamina otras prácticas sociales. Adelanto del libro publicado por el académico argentino radicado en Estados Unidos, publicado por la editorial Katz.

Fuente: http://www.revistaanfibia.com

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"La violencia entre los más pobres está negada, es invisible"
Ricardo Cárpena (Clarín - Zona, 20/01/2013)

Altas tasas de homicidios, violencia doméstica y adicciones diseñan el mapa hostil del conurbano, para el que la política sólo tiene respuestas punitivas, dice este especialista.

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-En una charla que tuvimos a fines de 2011, usted me dijo: "Si lo miro desde los lugares en donde estamos haciendo los trabajos de campo, no hay paz social. Lo que hay es mucha violencia contenida dentro de esos terrenos altamente segregados." No sólo por los saqueos suena muy actual. ¿Sigue siendo así?

-En América latina en general, y en la Argentina en particular, las discusiones públicas sobre seguridad, entre comillas, suelen tener como protagonistas a sectores medios y medios altos. Ellos son quienes dominan el discurso sobre la violencia urbana, los que más preocupados están porque supuestamente son quienes más la sufren. Pero quienes experimentan la victimización con mayor frecuencia son los que están en lo más bajo del orden social. Entre los más desposeídos es donde no se encuentra paz social y donde, en realidad, existe la mayor cantidad de homicidios y de heridos graves. Si compara Lomas de Zamora con Vicente López –dos municipios con desiguales niveles de ingresos– va a ver que la tasa de homicidios es tres veces más alta en Lomas de Zamora. En Ingeniero Budge, donde hicimos el trabajo de campo, viven unas 160.000 personas. Allí las tasas de homicidio son iguales a las de Sudáfrica o Trinidad y Tobago. Esa gente no controla el discurso de la paz social, no habla sobre este tema ni nadie habla de ellos. Quienes están en lo más bajo son los que viven a diario esta despacificación social, pero son quienes menos manejan el discurso sobre seguridad. Así, la experiencia de la violencia interpersonal entre los más pobres se vuelve invisible.

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-[...] Tenemos a la Gendarmería viviendo en barrios populares y, además, la cárcel. Hay Asignación Universal por Hijo, pero existe un tratamiento punitivo de la pobreza. Si no, que me expliquen por qué los gendarmes están cada vez más en los barrios del conurbano, transformándolos en una especie de condón urbano para que los pobres no se salgan de la vaina.

-...¿Condón?

-Al conurbano se lo puede pensar como un condón, con la Gendarmería alrededor, para que los pobres no se esparzan. Así se militariza la marginalidad urbana.

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-¿Qué se propone con este libro? Va a incomodar a mucha gente...

-Que se hable del trauma, de la violencia. No sólo de la que toca a los sectores medios, sino también de la que afecta a quienes más la sufren. Estamos frente a algo que no sólo está afectando hoy a sectores marginales y pobres, sino que tiene consecuencias de mediano y largo plazo. Crecer entre las balas, como dice un graffiti que está a la vuelta de la escuela donde hicimos el trabajo de campo ("entre balas he crecido y entre chorros me he criado"), tiene consecuencias de mediano y largo plazo que son muy peligrosas. Si no empezamos a tratarlas hoy, en un par de años será demasiado tarde.

Fuente: http://www.clarin.com

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Cómo entender por qué un cuaderno se mancha de sangre
(Clarín - Zona, 20/01/2013)

"Fue mi investigación más integral y hasta ahora, la más difícil: no estaba preparado para ver lo que vimos y para escuchar lo que escuchamos. No estaba académicamente preparado para entender esa multiplicidad de formas de violencia. Creo entender la violencia colectiva, los episodios de saqueos y los conflictos étnicos, pero me costaba entender, no sólo interpretar, lo que nos contaban a diario los alumnos de Fernanda. Por qué un cuaderno manchado de sangre podía ser de un chico al que el papá le pegaba para que hiciera la tarea. O cómo un alumno de 13 años podía distinguir una pistola 9 milímetros de una de calibre 22 o 45 porque a veces acompañaba a su tío a robar."

Fuente: http://www.clarin.com

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Entrevista con Javier Auyero: "Los sectores populares viven peor que hace 15 o 20 años"
Ricardo Cárpena (La Nación - Enfoques, 30/10/2011)

-Haber alcanzado este diagnóstico del encadenamiento, ¿a qué conclusiones lo llevan?

-No es un interés puramente analítico. Si efectivamente tenemos razón y las formas de violencia urbana están entrelazadas y mutuamente imbricadas, el abordaje de las políticas públicas tiene que ser integral. Esto quiere decir: uno no puede seguir teniendo al asesor de menores, a la comisaría de la mujer, al juez, al policía, todos en distintas oficinas a una hora de distancia de cada una, sino que tiene que poner a todos bajo un mismo techo, centralizar, cosa de que una mamá pueda llevar a su hijo adicto al paco y también tratar su problema de violencia doméstica.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar


Fragmentos

En la Argentina, las discusiones públicas sobre "inseguridad" suelen tener como protagonistas a los sectores medios y medio altos de la estructura social. Ellos dominan el discurso sobre la violencia urbana -son quienes más hablan de este tema- porque, supuestamente, serían los que más la sufren. Sin embargo, los que experimentan la victimización con mayor frecuencia son quienes están en lo más bajo del orden social y simbólico; allí, entre los más desposeídos, es donde encontramos la mayor cantidad de homicidios y heridos graves. A ellos, a los habitantes de los márgenes urbanos, no se los suele escuchar hablar públicamente de la inseguridad. Ellos la viven a diario, pero el discurso de la inseguridad pertenece a (es fabricado y manipulado por) otros. Así, la experiencia de la violencia interpersonal (y del miedo a esta) entre los más pobres se vuelve algo indecible; y el trauma que se vive a diario en los territorios de relegación en los que ellos habitan se torna en una experiencia negada.

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El de Chaco es un mundo de carencias materiales y afectivas, y también un universo en el que la violencia interpersonal se hace presente con intermitente, pero brutal, frecuencia. No solo en su barrio, Arquitecto Tucci, donde, según él, "son todos transas, se cagan a tiros todos los días", sino también en su hogar. "Yo lo quiero ver muerto", dice Chaco sobre su papá. "En casa falta todo, y él no hace nada. Duerme todo el día. Chupa un montón. Y encima se pelea con mi vieja." Tatiana sufrió más de una vez la furia alcoholizada de su pareja. "La última vez casi la mata", contó Chaco. Una vecina de la familia de Chaco describió una gresca doméstica: "El tipo la arrastró de los pelos por la calle, y la puteaba a los gritos. Por suerte la salvó un vecino. Ella tuvo mala suerte. Le cocina, le lava la ropa, y él es un vago. Dice que es remisero pero no hace nada". Chaco recuerda a la perfección la última vez que vio a su padre: "Desde que lo corrió con la cuchilla, él no apareció más. Es mejor que no vuelva nunca más".
El turbulento mundo en el que Chaco vive y crece quizás explique sus amenazas reiteradas a los compañeros de clase: "Te voy a cagar a tiros", "Te voy a pegar un tiro en la cabeza", les grita, simulando tener un revólver en sus manos
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Quienes escuchan una historia sobre un familiar preso (o, efectivamente, tienen algún familiar en la prisión) son los mismos que hablan de las "cascaritas" que dejan las balas, los que tocan las marcas que deja una bala alojada en una pierna de otro, los que escuchan una historia sobre (o son testigos directos de) la muerte de un adolescente en el día de su cumpleaños, o los que narran que el día anterior un familiar (o con menos frecuencia un desconocido) quiso violar a una adolescente vecina. Para ellos, los tiroteos, los heridos y las muertes (y también la cárcel) tienen un carácter ordinario, consuetudinario ("mi papá tiene un arma porque a veces nos quieren agarrar el terreno que ocupamos en el asentamiento y los cagamos a tiros… acá se hace siempre así, a los tiros"; "todas las noches se escuchan tiros, venden drogas. Los transas se cagan a tiros"). La vida de estos niños y niñas -desde las relaciones que establecen con eventos lejanos en tiempo y espacio como la Revolución de Mayo y la vida de José de San Martín, hasta las formas que toman las amenazas entre ellos ("te voy a pegar un tiro en la cabeza")- está permeada por la violencia tanto interpersonal como estatal.


Los lectores deben notar la paradoja: La Salada es un mercado informal -y en buena medida ilegal-, en donde muchas de las transacciones comerciales y de las prácticas laborales no gozan de regulación estatal, pero su funcionamiento es "protegido" y regulado por uno de los brazos punitivos del Estado.


En base a nuestro registro etnográfico creemos que si por habituación o desensibilización nos referimos a niños y niñas que prestan menos atención a los episodios de violencia, decenas de notas de campo en las que los alumnos y alumnas hablan casi compulsivamente del último tiroteo o asesinato probarían que no están habituados. Sin embargo, si por habituación hacemos referencia simplemente a familiarización -como cuando los chicos dicen, en más de una ocasión respecto de una pelea o un tiroteo, "estamos acostumbrados"-, entonces creemos que hay que tomar en serio las voces de estos chicos y chicas. Es dable especular sobre cierto grado de "normalización" de la violencia en el barrio. Así, tanto la carencia de infraestructura básica, como la violencia interpersonal y estatal estarían en lo que, parafraseando a Michel Foucault, podríamos llamar el "orden de las cosas" barriales.




Desde nuestra perspectiva, la "cadena de violencia" hace referencia a las maneras en que distintos tipos de violencia, usualmente pensados como fenómenos apartados y analíticamente distintos (por el lugar donde ocurren, por los actores a los que pone en contacto, etc.), se vinculan y responden unos a otros: un intento de violación seguido por un linchamiento, un ajuste de cuentas entre vendedores y consumidores seguido de una pelea entre hermanos, un intento de robo seguido por una paliza a un hijo. […] No queremos decir con esto que todas las formas de violencia estén encadenadas unas con otras, sino simplemente que la idea de "represalia diádica" (el ojo por ojo, restringido a intercambios recíprocos) no agota la explicación de lo que sucede en este espacio. La venganza individual es aquí complementada por encadenamientos más complejos que solo el trabajo sostenido y sistemático en el terreno, en tiempo y espacio reales, puede ayudar a develar.

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Impotentes y temerosas, algunas madres del barrio convocan al brazo punitivo de un Estado del que desconfían (la policía) para intentar controlar a sus propios hijos. No lo hacen por algún tipo de compromiso abstracto con la justicia o porque estén convencidas de la necesidad práctica de "limpiar" el barrio de los traficantes de droga. Como Mariela, una de las coordinadoras del comedor, con la voz quebrada y los ojos envueltos en lágrimas, le relata a Agustín, es el puro y simple miedo por la seguridad de sus seres queridos lo que las lleva a considerar preferible que sus hijos sean arrestados y enviados a la cárcel antes que asesinados por algún transa.


La policía persigue y encarcela a algunos pequeños comerciantes de droga o a algunos "pibes chorros" pero no a todos. Es lenta y diletante cuando tiene que actuar contra maridos violentos, y ausente cuando se trata de intervenir sobre el generalizado trabajo infantil o sobre los talleres clandestinos donde se confecciona ropa en condiciones de alta explotación.


Fernanda, por ejemplo, escribió en su diario: "No busqué estas historias, pero un día las encontré todas juntas dentro del aula. Y ya pasaron más de dos años desde que estoy registrando estas historias, tres ciclos escolares. Y todavía no encontré qué contestarles a los nenes, todavía no sé qué decirles cuando comparten su dolor por las muertes, por las ausencias". Escucharlos atentamente y con respeto, abrazarlos y llorar con ellos cuando estos expresaban su angustia y su tristeza frente a la muerte o herida de un familiar o amigo, frente a la ausencia de una madre que pasaba sus días en una cárcel lejana, fue la manera que Fernanda tuvo de "decirles algo". Pero también, fuimos lentamente convenciéndonos de que otra manera de "contestarles a los nenes" era por medio de un texto que, escrito a dúo, diera cuenta de lo que estaban padeciendo.




La violencia ha tenido una presencia constante en la vida de Sonia. Ha estado rodeada de agresión física, en forma de amenazas o de ejercicio efectivo, desde muy temprano en su vida, como testigo al principio, y como víctima o perpetradora después.


"Mi primer recuerdo es que mi viejo le quería aplastar la cabeza a mi mamá con un tanque de metal. Yo tenía 3 años. Mi hermana me llevaba en brazos, pidiendo socorro, para que alguien ayude a mi mamá." Recuerda que su casa estaba marcada por la violencia ("Había dos salidas, dos puertas, para escapar cuando había quilombo") y rememora las brutales peleas entre sus hermanos ("Cuando mis hermanos se peleaban, en mi casa, era a matar o morir. Agarraban los culos de botella [y se daban con eso]… si lo pasas para el otro lado [del cuerpo] fuiste"). Durante sus primeros años de vida, la violencia no era algo inusual, algo fuera del curso regular de las cosas. Y se convirtió en algo "normal" ("no me sorprende", dice Sonia) no solo dentro de su casa sino también fuera: "Estaba en cuarto grado y le saqué la nariz a uno. En quinto, le clavé un tenedor en la oreja a otro. En sexto, lo cagué a palos al director, a los 12 ya estaba arriba de la moto con piratas del asfalto".

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Este libro examina las formas y los usos de la violencia en la vida cotidiana de los pobres urbanos, más específicamente, en Arquitecto Tucci y sus zonas aledañas, en un partido del sur del conurbano bonaerense. [...] El área donde llevamos a cabo nuestro trabajo de campo es un lugar tan hostil para vivir que, en el transcurso de los tres años que duró la investigación, nuestra preocupación constante giró en torno a las marcas difíciles de disipar que la demoledora violencia está dejando en los cuerpos, los corazones y las mentes de aquellos más afectados por ella. Fue esta preocupación -una preocupación no solo académica, sino sobre todo ética y política- la que nos llevó a escribir este libro.

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Las violencias que Fernanda registra en sus notas (los disparos, los enfrentamientos callejeros, un intento de violación, una pelea dentro de una casa) no son fenómenos discretos sino que más bien están -tal como bien lo demuestran las historias de Melanie, Mabel, Norma, Pedro, Adela y Toto- intrincadamente asociados. Diferentes formas de violencia se concatenan formando una cadena que conecta (y disuelve las líneas entre) la calle y el hogar, las esferas pública y doméstica. El "porqué" de la violencia interpersonal lo encontramos, en parte, en el "cuándo y cómo" la gente la utiliza (otra parte del porqué, como veremos en el próximo capítulo, lo encontramos en las acciones e inacciones del Estado). Estas historias nos demuestran que la violencia es utilizada para lograr objetivos diversos, desde resolver problemas individuales o colectivos (obtener un recurso para financiar un hábito, proteger los límites de una propiedad, disciplinar a un hijo, castigar a un depredador) hasta construir o reforzar la autoridad dentro del hogar o (como veremos más adelante) la reputación en el barrio. Estos diversos usos de la violencia, hace falta remarcar, no solo robustecen ideas particulares de respeto y dominio centradas en el despliegue de la fuerza física como instrumento, sino que también contribuyen a (re)producir expectativas y jerarquías de género y de edad.



La exposición crónica a la violencia deja marcas en la subjetividad. Una enorme cantidad de trabajos de investigación en psiquiatría, psicología comunitaria y salud pública demuestran que, dependiendo de la presencia y la fortaleza de los "mecanismos protectores" (factores como el contexto familiar y los sistemas externos de apoyo que alimentan y refuerzan a los esfuerzos de afrontamiento), la experiencia diaria de altos niveles de criminalidad, violencia familiar y sexual, puede tener serias consecuencias en el desarrollo de tantos niños, niñas y adolescentes. [...] Lo que ha sido menos estudiado es un aspecto que, ilustrado en la siguiente historia, merece un tratamiento muy cuidadoso y que nosotros, en este momento, apenas estamos en condiciones de plantear como tema para futuras investigaciones: el del aprendizaje de la violencia.


Los sectores más marginalizados de la sociedad argentina viven, constantemente, en peligro. Y este tiene un doble origen: proviene de un medioambiente peligroso y contaminado y de las cadenas de violencia que azotan con creciente virulencia sus vidas cotidianas.


En todo caso, y aun teniendo en cuenta los esfuerzos parentales, es difícil para los niños, niñas y adolescentes escapar ilesos de esta peligrosa vorágine de violencia comunitaria.

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Al contrario de las descripciones que se hacen en buena parte del continente de zonas pobres como "vacíos de gobierno", abandonadas por el Estado, o espacios militarizados firmemente controlados por el puño de hierro del aparato estatal, nosotros argumentaremos, por medio de la demostración empírica, que la aplicación de la ley en espacios urbanos marginales como Arquitecto Tucci es simultáneamente intermitente, selectiva y contradictoria. Si observamos las formas en las que el Estado aparece en los márgenes urbanos bajo el microscopio etnográfico, demostraremos que la violencia se reproduce en la vida cotidiana, en parte, debido a esta particular presencia estatal.



La violencia interpersonal que aquí concentra nuestra atención carece de este sentido constitutivo que, según el autor de Los condenados de la tierra, tendría la violencia colectiva insurgente.[…]. En realidad, creemos que la cadena de violencia aquí develada actúa, entre los residentes de Arquitecto Tucci, como lo opuesto a una expresión liberadora. Es, más bien, una confirmación de la idea de que el lugar donde viven es un espacio "otro", estigmatizado y estigmatizante, peligroso y relegado en el sentido literal del término: un lugar apartado y subordinado.

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En otras palabras, para Elias (1978; 1994), la vida relativamente pacífica de grandes masas de personas en un territorio determinado se basa, en buena parte, en las acciones de un Estado que, al regular las disputas de las personas, pacifica consistentemente los espacios sociales en los que estas interactúan. Lo que hemos mostrado hasta aquí es justamente lo opuesto a este proceso de transformación. La manera intermitente, contradictoria y altamente selectiva en que se aplica la ley en los márgenes urbanos refuerza la cadena de violencia que pone a los más desposeídos del conurbano en situación de constante peligro. El rostro de Jano del Estado argentino es bien conocido. El Estado reprime una criminalidad en la que también participa.

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Más que ante un fracaso del Estado, estamos frente a una activa constelación de intereses cuyo resultado es la promoción de la violencia. Para ponerlo en términos más simples, el escenario que surge de nuestro trabajo empírico no es un escenario de "abandono estatal" sino de conexiones, usualmente clandestinas, entre actores estatales y perpetradores de la violencia.

La exposición crónica a la violencia deja marcas en la subjetividad.

Los autores


Javier Auyero (Lomas de Zamora, Argentina, 1966)
Es profesor de sociología en la Universidad de Texas, Austin. Se doctoró en sociología en The New School for Social Research y recibió becas de la John Simon Guggenheim Foundation, de la Harry Frank Guggenheim Foundation, del American Council of Learned Societies y de la National Science Foundation. Es autor, entre otras obras, de La política de los pobres, Vidas beligerantes, La zona gris, y, junto a Débora Swistun, de Inflamable. Estudio del sufrimiento ambiental, libro que ha recibido numerosos premios. Fue editor de la revista académica Qualitative Sociology. Su trabajo de investigación se concentra en los temas de la pobreza y la marginalidad urbana, la acción colectiva y la etnografía.
María Fernanda Berti (Lomas de Zamora, Argentina, 1972)
Obtuvo su título de maestra en el Instituto Superior de Formación Docente 102 de Banfield, provincia de Buenos Aires. Desde el año 2005 ejerce como maestra de escuela primaria.

Ficha bibliográfica



Javier Auyero y María Fernanda Berti
La violencia en los márgenes
Una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense



serie discusiones
Katz Editores
174 páginas, 13 x 20 cm.
ISBN 9788492946525, rústica


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